Vivimos en una época caracterizada por la ansiedad, el temor a la violencia y el cuestionamiento de los valores. Mientras que los prejuicios ponen en peligro la confianza recíproca entre las personas..
Por otro lado la esencia de cualquier relación humana significativa supone la capacidad para asumir compromisos y confiar en los demás. Los padres que satisfacen las necesidades materiales y psicológicas de sus hijos e hijas en forma predecible, le dan al niño lo que el psicólogo Erick Erikon define como la confianza básica. Confianza significa creer en las personas, en nosotros mismos y en el mundo que nos rodea como un lugar predecible y seguro. Nadie puede confiar en nosotros si no somos sinceros, por lo que lo primero que hay que hacer al comunicarnos es hacerlo en forma abierta y franca. Esto es cierto hasta con los hijos más pequeños, es increíble lo que podemos lograr con nuestros hijos si le explicamos y hablamos de las razones que nos impiden comprar tal o cual juguete, o dejar de hacer tal o cual actividad recreativa.
LA DESCONFIANZA
Los seres humanos viven sin confiar en nadie; como dice el psicólogo humanista Abraham Maslow; ya que, hemos desacralizado todo y esto así porque los adultos dicen una cosa y hacen otra. Lo que lleva a las nuevas generaciones a no creer en sus propios padres y asumir el sistema de valores de sus iguales; como una reacción de rabia sorda contra los adultos que le han fallado. Por lo que no nos sorprendamos de que los jóvenes de hoy sean más agresivos y se arriesguen más, lo que se traduce en asumir conductas que los llevan al límite en las drogas, en conflicto con la ley, embarazos a destiempo, enfermedades de transmisión sexual, entre otras, asumiendo de esa forma su moralidad de los valores propios de su generación.
ÉTICA DEL MERCADO
Como una respuesta al liberalismo permisivo característico de nuestro mundo actual, afirma el educador Paulo Freire la gente se refugia en la moral tradicional: con su ética de la prohibición, la represión y la negación; o en lo que llamamos una ética del mercado que glorifica el progreso material y la adquisición de cosas como las metas últimas de la vida humana. Por lo que si nos escuchamos a nosotros mismos como sugiere Abraham Maslow; podríamos descubrir lo que ciertamente nos puede hacer feliz, y así dirigir nuestra vida por las propias necesidades y no por las que nos crean las modas o la presión del yo social.
DEBERES Y DERECHOS HUMANOS
Las necesidades humanas son virtualmente ilimitadas como fuente de motivación para actuar. Y lo más preocupante de todo esto es que estas necesidades son manipuladas desde la cultura o los medios de comunicación y llevan a las personas a desear cosas de las que podrían prescindir; por ejemplo tener sed no se satisface tomando agua, sino ingiriendo algún refresco embotellado que le hace daño a su salud.
Un enfoque maduro de ver la realidad nos llevaría a lo que el terapeuta de familia Ivan B. Nagy sugiere como la búsqueda sistemática de un equilibrio justo entre los derechos del individuo y sus “inversiones” o deberes en el sistema social del que forma parte.
Los derechos humanos deben volver a definirse desde el punto de vista del mérito en las relaciones, más que en término de necesidades individuales o grupales. Lo que es lo mismo que decir que los derechos deben guardar relación con los méritos de las personas. Hasta ahora hemos visto los derechos como algo inalienable a la persona. Pero si seguimos separando de los derechos el concepto del deber, no estaríamos invitando a la persona a descubrir en sí misma, el poder intrínseco del ser para hacer algo por sí misma para merecerlos. Hasta la persona más pobre; el niño más pequeño o la situación más desfavorecida; pueden revertirse y permitir que el ser humano gane méritos al poder dar desde sí y por sí.
Es lo que explica que una persona empieza a mejorar en sus síntomas, cuando hace algo para ayudar a los demás. Recuerdo de una cliente hija única, que sufría un acoso terrible de su ex pareja y me pidió que la ayudara a buscar alguna ONG que le diera la oportunidad para ayudar a mujeres abusadas porque ahora descubría con su dilema lo que sufren ellas.
JUSTICIA, EQUIDAD Y LEALTAD FAMILIAR
Al analizar la justicia en una familia, se necesita estudiar la distribución sistémica de responsabilidades y el modo de llevar las cargas de obligaciones. Observar lo que los miembros de la familia hacen entre sí; para detectar y hacer conscientes de la sobrecarga de trabajo y obligaciones en uno de los miembros de la familia que generalmente tiende a ser uno de los padres (en algunos casos lo asume un o una hija) o la explotación de alguno de ellos para satisfacer sus necesidades a expensas de los otros.
Trabajando así para construir un sistema de relación dentro de la familia más justo y recíproco; donde se de y se reciba de forma equitativa. Recuerdo de una joven que hacía un análisis de su relación de pareja y descubrió que la necesidad de regalarse y dejar de ser ella misma, para ser y hacer lo que su compañero decía, era una forma de pagarle por una constante atención, cuidado y satisfacción de sus necesidades y así equilibrar la relación.
Todo hijo tiene una deuda de gratitud eterna con cada progenitor; puesto que el mismo le dio la vida; lo que llamamos deuda óntica o existencial. Una madre o un padre periférico, es decir, que no se compromete en la ayuda económica necesaria para satisfacer las necesidades básicas de su descendencia, puede provocar que el o la hija haga lo mismo con él cuando sea un adulto mayor, momento en el que tenga entonces necesidad de que su descendencia se ocupe de sus necesidades. Una hija que por mala educación aprendida de un modelo inadecuado, no hace méritos al pagar esa deuda existencial; afectará su salud emocional.
Resulta poco práctico que el hijo trate de ignorar y negar las obligaciones filiares de lealtad, sea que el papá o la mamá le haya dado mucho o poco. El hijo afirma Ivan Nagy, pagará por su negativa, con una culpa paralizadora, deteniendo el desarrollo de su personalidad e incluso puede haber una ruptura de sus relaciones familiares futuras.
El compromiso de hacer algo para resolver una crisis económica o de valores puede venir desde cada miembro del sistema familiar. Creándose así un clima de solidaridad, apoyo recíproco, empatía, alegría y poder, porque formo parte de un proyecto común y se me trata como alguien importante y merecedor. De paso cada persona gana méritos al aportar en lo que pueda, para solucionar lo que es un dilema común.
Por: Lourdes Henríquez Díaz MA.
Psicóloga Educativa/Terapeuta Familiar
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