miércoles, 16 de junio de 2010

Hacia la construcción de nuevas paternidades


Ser padres es una opción tan importante que puede darle sentido a la vida de una persona. Recuerdo desde mis estudios de Víctor Frankl, psicólogo judío que estuvo en campos de concentración de la Alemania Nazi; que me resultaba curioso y sorprendente que en consulta el le preguntaba a sus pacientes ¿porqué usted no se ha suicidado? La respuesta nos da el sentido de la vida de esa persona; y en más mujeres que en hombres la respuesta es: “por mis hijos”.

La palabra paternidad y maternidad solemos identificarla en terapia de familia con el concepto de parentalización.

Parentalidad es un proceso de “idealización” en el cual la otra persona es vista como un padre o una madre psicológica; lo cual implica que yo impongo mis términos o condiciones relacionales a ese otro ser humano. En otras palabras, el hijo percibe las necesidades, carencias e incapacidades de los padres y siendo leal a los mismos tratan de remediarlo.

Aunque tú no lo creas podemos parentalizar a:

Un o una hija, esposa, amiga; y en definitiva a cualquier persona que tenga una relación significativa contigo.

La misma es un proceso inconsciente o invisible que no tiene que ver con relaciones consanguíneas; ni siquiera con imposiciones de la cultura. Más bien tiene que ver con la función o el significado. Me explico; para la ley ser padre o madre es una condición que se asigna por el derecho de la consanguinidad; sin embargo, la misma supone el cuidado responsable; la atención a las necesidades psicológicas, económicas, educativas, disciplinarias, de vivienda, alimentación, limpieza, juego, afecto, recreación de los hijos.

Si haciendo un poco de gimnasia mental, pensamos en nuestra propia familia de origen; es seguro que encontraremos referencias prácticas de que una madrina, un tío, una abuela y hasta un vecino asumió ese papel en nuestras propias vidas.

Se parentaliza una hija cuando toma un rol adulto que en cada caso va a diferir; como por ejemplo asumir el mantenimiento de la casa; hacer las compras; cuidar a los hermanos. Puede además hacer el papel de esposa frente al padre o de esposo de la madre cuando las mismas comparten los secretos íntimos; los problemas personales; las confidencias de la vida de pareja. Es también el caso de la hija que quiere “arreglar” o “mediar” en la relación de pareja de sus padres: Recuerdo de una hija parentalizada que en un arranque de “celos” fue a la casa de la mujer con la que su padre estaba en amoríos y rompió todo cuanto pudo; todo esto estimulado por la madre de la misma joven.

En otros casos la parentalización se asume cuando los padres idealizan el hijo y lo explotan emocionalmente, le piden consejos, lo involucran en la toma de decisiones o dependen de él económica o afectivamente; supliendo con el hijo ese padre, el cuidado o la atención que no recibió de sus propios padres o de los adultos apropiados en su red familiar o en la red social de apoyo: como la escuela, la iglesia…

Otra forma destructiva de parentalización se da cuando esperamos que un hijo elimine la vergüenza acerca de nuestro pasado y nos ayude a mantener en alto la imagen de la familia ante la sociedad. Nos convertimos en carceleros de nuestros hijos cuando esto pasa con las notas de la escuela; el ballet o con el rendimiento deportivo etc…

Cuando el padre trata de satisfacer necesidades sexuales a costa de una hija; o necesidades de posesividad como es la infantilización de un hijo; se refiere al caso de la madre que necesita que el hijo no crezca para que no los abandone y así seguir centrados en sus roles parentales y evitar confrontarse en sus roles de esposos; el hijo aporta su propio crecimiento a favor de la familia; siempre como una forma de lealtad que en estos casos es negativa.

Es bueno observar que cualquiera de las funciones antes señaladas (con excepción de la sexualidad) si suceden de vez en cuando o en forma temporaria; suponen un beneficio para los hijos en cuestión; puesto que es una forma de aprender a ser adulto, ensayando el serlo. Lo que si es injusto y se convierte en una explotación es cuando estas conductas son permanentes; lo que afecta la etapa de desarrollo de la hija parentalizada; sus destrezas relacionales; la confianza básica y sus los recursos psicológicos.

El nuevo padre

Parece que la masculinidad del género humano a partir de su propia naturaleza; reside en habilidades distintas entre las que tenemos el aporte de la testosterona que lo lleva a desear aparearse; asumir comportamiento agresivo; conducta de riesgo o competitivas; también supone los aportes de sustancias como la prolactina que hacen que el hombre anhele hacerse cargo de los hijos, los cuide y tenga un comportamiento tierno y solícito.

Los estudios de Neurociencia nos aclaran que parece evidente que los hombres están biológicamente preparados para ser padres. Lo que sorprende es el porqué está conducta ha sido ignorada por el varón de prácticamente todas las culturas. ¿Seremos duros de oído? Es decir, ¿no estamos escuchando nuestra propia naturaleza?

¿Puede el nacimiento de un hijo modificar la actividad hormonal? Hoy sabemos que sí; cosas como una actividad deportiva regular, enamorarse o el estrés laboral genera dichos cambios; ¿como no asumir que un evento tan importante como el ser padre también lo hará?

Yo tengo claro que el hombre dominicano en promedio regular desea tanto o más que su compañera tener hijos; es quizás una forma de demostrar su masculinidad. De lo que no están conscientes es; que la elección de ser padres, supone un compromiso en el cuidado responsable de su propia descendencia.

Beneficios de la paternidad

Estudios demuestran que padres que se involucran en actividades de crianza de su prole como el cuidado, limpieza y alimentación, presentan menos niveles de ansiedad y estrés. Otras ventajas potenciales son: los hijos dan y reciben amor; su presencia fortalece los lazos entre las parejas a medida que comparten la experiencia de educarlos. Fortalece la salud emocional y por tanto evita o protege de la tendencia a deprimirse y da un sentido de realización.

Planteo como una hipótesis el que probablemente el hombre que se dedica al cuidado de sus hijos; le da a su vida el sentido del mérito que se adquiere al dar; es decir, cuando damos nos hacemos más valiosos ante nosotros mismos y ante los demás, ganando méritos.

Es una excelente forma de ganar “merecimiento constructivo”; ya que al atender a tu propia descendencia estás invirtiendo en el futuro; es una contribución y una inversión en la dirección de los valores y principios que tu quieres educar; además eso mismo que tu haces, harán tus propios hijos con los suyos.

Los beneficios para la hija de un vínculo seguro con su padre van desde mayor aprendizaje y éxito académico y el establecimiento de la confianza básica necesaria para creer en el padre del sexo contrario; aumentando las destrezas relacionales con los hombres; y se sientan las bases de vínculos seguros con su futura pareja. Si el hijo es varón aprende a confiar en los hombres y por tanto en sí mismo.

Diferencias entre los sexos

Sabemos que los hombres al relacionarse en forma ética están más atentos a conceptos tales como justicia y equidad. Se hace necesario por tanto; hacerlos reflexionar sobre si hemos creado un mundo de doble moral. Quisiera que pensaran en si es justo que las mujeres que ya se han lanzado a trabajar y hoy día ganan el sustento tanto como los hombres; no reciben la misma ayuda del hombre con las cargas dentro del hogar.

Para cualquier observador externo; las relaciones laborales se han convertido en un escenario cada vez más equitativo y recíproco; donde tanto el hombre como la mujer dan y reciben en una justa medida.

¿Qué hace que los hombres y las mujeres estén todavía presos de estereotipos culturales que no los ayudan a ser justos y equitativos en las responsabilidades y cargas de trabajo en el hogar y de tener un mayor compromiso en la crianza de los hijos?

Recuerdo de un caso donde la que trabajaba era la mujer y el hombre educaba a sus hijos, ambos se avergonzaban del acuerdo establecido y el mismo se convirtió en un secreto de familia, que los llevó a mentirles a todo el mundo. Presos de sus “estereotipos” las personas son incapaces de valorar el aporte dentro de su propio sistema emocional, del compañero de vida y estar orgullosos de los mismos.

Es la propia cultura la que nos mete en prisiones rígidas e inamovibles que nos deshumanizan y es lo que pasa cuando las mujeres sacamos a los hombres del hogar porque supuestamente este escenario es el que nos pertenece o cuando es el hombre que lo hace con las mujeres al tratar de sacarlas del ambiente político o laboral.

Hoy sabemos por estudios hechos por la psicóloga Carol Gilligan que es más frecuente que la mujer asuma cuando se comporta en forma ética una actitud de cuidado responsable con los demás. Estoy de acuerdo con la autora al afirmar que una persona; sea esta hombre o mujer, es éticamente superior cuando aprende a vivir; siendo justa y equitativa en sus relaciones; pero al mismo tiempo tiene un cuidado responsable por los demás.

Los cambios de papeles deben incorporar a hombres y mujeres; hemos mantenido al hombre al margen de todo este proceso; y el mismo nos pertenece a todos. El hombre atendiendo al éxito económico; al triunfo en los estudios; asegurando el futuro se olvida del presente y claro está ese futuro está hipotecado. Dejar sola a la mujer en ese camino no solo es injusto para ella; afectamos la maternidad. Al respecto el terapeuta de familia Ivan Nagy afirma: “las mujeres tienen derechos a obtener ayuda de la sociedad que las compense en su maternidad; porque en caso contrario la capacidad materna de muchas mujeres se verá afectada por un sentimiento de ser objeto de explotación que solo les pasa a ellas”.

La mujer sola en la tarea de educar a los niños se sobregira, se agota, se cansa, se enferma; terreno fértil para la parentalización de nuestros hijos. Y no será la mujer la única responsable, lo es la sociedad en su conjunto y los hombres también. Le preguntaba el otro día a un cliente y mientras todo eso sucedía ¿dónde estaba usted? Claro la respuesta es: trabajando, buscando dinero…

La paternidad es una opción; pero al elegirla es una decisión y una responsabilidad de por vida. Tener hijos cambia la vida, pero también no tenerlos. El modelo del futuro quizás sea un padre y una madre trabajando a tiempo parcial y compartiendo igualitariamente las tareas domésticas.

Todo esto es el corazón del desarrollo de un nuevo modelo de sociedad más equilibrada y más justa.

Por: Lourdes Henríquez Díaz MA.

Psicóloga Educativa /Terapeuta Familiar

Centro de Desarrollo Integral Familiar CEDINFA: Juan Sánchez Ramírez nro. 31 Suite 203

Edificio: Los Girasoles. Gazcue

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Teléfono: (809)221-6959

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